La pequeña niña estaba parada junto al joven de cabellos naranjos, pero no de un color tan fuerte como los de la pequeña ojiverde, sobre su hombro descansaba una pelotita peluda envuelta en dos alitas negras siendo este su mascota. Ella sonreía sin importarle mostrar sus agudos colmillos, la puesta del sol era su momento preferido de la noche, pues era el nacimiento de la misma y pese a que el calor la sofocaba era la única manera que podía ver el sol, mediante los reflejos que el cielo daba cuando este se ocultaba.
- “Mierda” es una muy mala palabra, señor – dijo con su adorable vocecita y sus grandes ojos esmeraldas examinando con estos la carpeta que el hombre mantenía cerrada. La pequeña bola peluda sobre su hombro alzó pequeñas orejas y con un pequeño sonidito como de ratón abrió sus negros ojos observando al hombre y luego a la pelirroja.
Esta tenía su cabello recogido en dos altas coletas con cintas rojas, regalo de su hermana, una falda tableada con diseño rojo y negro escocés le cubría a medio muslo y sus piernas estaban enfundadas en altas medias rojas, por encima tenía una camisa blanca con una corbata roja, parecía recién salida de algún colegio privado y sus livianas prendas dejaban ver el cuerpo no desarrollado de una niña que no superaba los 13 o 14 años.