Cacería [Algún dragón~]

El día se hallaba en su punto álgido y el Sol en la zona donde más calor daba y en donde se veía con mayor esplendor, el madiodía. La cazadora se hallaba al resguardo del calor en la sombra de uno de los múltiples árboles de aquel bosque de las afueras de Kurast. Buscaba una presa que cazar o tendría que volver a ejercer como mercenaria, y eso le gustaba incluso menos que ser una de las pocas osadas que se atrevía a matar dragones. Le desagradaba su trabajo, pero no sabía hacer otra cosa. Pelear era su vida, matar dragones su único oficio. Ya había incluso sido caza demonios anteriormente, pero muchos habían con esa profesión y ni siquiera los susodichos seres eran capaces de darle el dinero suficiente. Se preguntaba a cuántos dragones había dado caza ya, y cuántos más habian caído bajo sus espadas. No se sentía orgullosa, ni por asomo. Pero en esos tiempos el orgullo no daba de comer...

Se levantó de donde estaba sentada a la sombra para continuar su viaje. Estaba en el bosque buscando presas, pero no podía esperar que un dragón se acercase a una caza dragones solo por vestir escasamente con solo un sostén color crema y unos pantalones finos y cortos hasta la rodilla de igual color y estilo vaquero pero siendo mucho más flexibles. Sin embaergo, no sabía cuan equivocada estaba... La presión sobre su glúteo izquierdo le hizo dar un pequeño respingo acompañado de un imperceptible rubor antes de que las palabras ajenas la "despertaran" de su sorpresa, haciéndole reaccionar frunciendo el ceño y volteándose para dar una patada al varón haciéndole caer de culo a tierra, invocando al mismo tiempo una lanza que posar en el cuello del descarado que se había atrevido a tocarle.

- Hombres... -masculló entre dientes cual gruñido mientras la hoja de aquella lanza se apretaba un poco contra el cuello del dragón. Estaba molesta... Más que molesta en realidad por el gesto del platinado, pero había sido una buena forma de "atraparlo". En sus movimientos el tintineo metálico de las chapas que portaba en su cuello se hizo presente y, por extraño que fuese en ella, no portaba más que unos brazaletes que dejaban libres sus manos como única armadura. Así mismo, se había sorprendido por no saber que tenía a alguien detrás, y eso incrementaba su molestia. Era honorable, pero no por ello era inmune a pecar de orgullo.

Un tic nervioso atacó su ceja y ojo derechos cuando notó como la miraba el dragón, y no a la cara. Gracias a él un cierto odio hacia los hombres volvió a nacer en la guerrera, aunque había ignorado a casi todos no soportaba que cuando le hablaban el mirasen al pecho. Una manía de lo más lógica.

- Atrévete a tocarme una vez más y desearás no haber nacido -amenazó con voz ruda y molesta sin saber que hablaba con un ser de la raza que ella cazaba, por muy caza dragones que fuera no era capaz de distinguirlos a simple vista. Después de todo, era humana...

No movió el arma de donde estaba posada pues en el anterior acercamiento había notado como el filo de esta resbalaba un poco, por lo que no se arriesgaría a romper su lanza o incluso a quedar en ridículo cuando esta resbalase del cuello ajeno como si se deslizara por metal.

Ese hombre empezaba a cabrearle más que cualquiera con quien se hubiera cruzado, y no eran pocos... Odiaba que la subestimasen por ser mujer, y odiaba más que se burlasen de ella o intentasen cortejarla como parecía que hacía el platinado. Sin más que decir a aprte de insultos y demás improperios contra eél, terminó por pegarle una patada al rostro con su fuerza sobrehumana, siendo así que para el dragón de dura piel sería como una patada entre dos humanos normales si es que dicha patada llegaba a impactar.

- Me enfermas -comentó como si se estuviera confesándolo antes de guardar la lanza en su plano astral, haciendo que esta simplemente desapareciera en llamas.

El comentario del dragón no le supuso ningún piropo, ni siquiera un cumplido sino una realidad que, en ocasiones, odiaba demasiado fervientemente. Ya sabía bien que aquel platinado no era humano solo por el hecho de que la lanza no le hubiera perforado la garganta, por lo que las opciones que quedaban eran, dragón, demonio, gárgola o alguna raza semejante. No tuvo mucho tiempo para pensar antes de intentar su pierna sin resultado, notando la patada en la opuesta. El golpe no se hizo esperar y la humana mostró una leve expresión de cabreo y sorpresa.

- Mierda -se quejó entre dientes al ser derribada por tan simple gesto. Su mano se alzó a su cabeza acariciándola levemente como para aminorar el daño recibido por el golpe. Mínimo, pero incómodo.

- Menudo nombrecito -comentó levantándose sin ayuda con ganas de darle una patada en la zona intíma en cuanto este se puso sobre ella. Lo había tendio al alcance, pero decidió pasar. El apodo podía decir más verdad de la que Erza creía, aún así, tampoco le pareció dar importancia y no se presentó. Espolsó sus ropas una vez estuvo de pie, ignorando al platinado descaradamente.

Suspiró sin perder de vista al platinado mientras se levantaba por si a este le daba por hacer algún movimiento semejante al que le hizo caer, auqnue ni por asomo se esperó lo que vió con sus propios ojos. Aún así, aquella acción fue acompañada por un comentario de la pelirroja, quien desvió la mirada al lado contrario.

- Intenta no excitarte ¿quieres? -pidió mostrándose ruda y moelsta con aquel gesto, ocultando así cierta verguenza al ver aquel libidinoso mover.

Un leve gruñido escapó de su garganta y persionó sus manos, empuñándolas como si desease clavar sus propias uñas en sus palmas. Definitivamente empezaba a odiar a ese platinado más que a cualquiera que se le hubiera cruzado. No dió ningún paso atrás ante el adelanto, no pensaba darle el "placer" de ver como intentaba alejarse de él. No le temía, y no daría muestra alguna de ello.

- Ni por asomo, pero si fueras mínimamente considerado te cuidarías de no intentar nada que tenga que ver conmigo -le informó sin ocultar molestia ni rudeza. Brusca como era decía lo que pensaba sin tapujos.

- ¿Nadie te ha dicho nunca que tienes las neuronas donde no deberías? -le cuestionó cruzándose de brazos con los ojos cerrados y el tic en su ceja aún persistente. Su paciencia se desmoronaba rápidamente, demasiado para su gusto aunque claro, no era muy propensa a soportar a los casanovas.

Ante la pregunta del peliblanco la guerrera tan solo dejó escapar un gruñido semejante, paradójicamente, al de un dragón. Bastante rudo y molesto además de un poco brusco, denorando así la "gracia" que le había hecho lo comentado por él. Aún así, su molestia aumentó cuando este continuó hablando. Era posible que estuviese mintiendo sobre su raza, pero daba igual. Estando de trabajo pronto empezaría a combatir con el ojiazul para conseguir una nueva muerte en su lista y, con ella, dinero para comer.

- Dragón puede. Inteligente y honroso... Ni tú te lo crees -fue su respuesta ante las palabras ajenas evitando contestar la pregunta del mayor.

- No debería extrañarte que no crea en tu palabra -le dijo esbozando una altanera sonrisa como si hubiera dicho lo más obvio del mundo mientras pensaba en algún arma que tuviese con la característica que le capacitase para atravesar la piel de su oponenete. Era dura como las escamas diamantinas de los dragones, por lo que si quería dañarle debería usar sus armas predilectas, algo que no le hacía ninguna gracia por el coste de invocación de dichas armas.

- Y ni creas que pienso darte algo a cambio para cercionarme de que eres mi tipo -comentó con cierta malicia para que él malinterpretase sus palabras y, en cierto modo, se confiase por estas. Sería una loca por cazar dragones, pero no era una suicida ni atacaba cual toro enrabiado.

Viendo como él empezaba a acercarse a ella acortando rápidamente la distancia se preparó para golpearle, ignorando las palabras que este había dicho. Aún así, se extrañço sin saber porqué al ver la forma en que se acercaba a ella. Se supone que le había agradado. Siendo así, ¿por qué se acercaba a ella destilando desdén por cada poro de su piel? Era algo que le resultaba curioso, pero no por ello bajaría la guardia.

En cuanto el dragón estuvo lo bastante cerca se movió dispuesta a golpearle el rostro de un puñetazo, aunque no salió como esperaba ni mucho menos. Antes siquiera de que se diese cuenta estaba pegada al cuerpo del varón sujeta con uno de los brazos de este.

- ¡Suéltame! -se quejó de forma instintiva intentando, como había dicho, soltarse del agarre. Le habái descolocado por completo aquella acción, y se notaba a la legua.