Día libre... O no...

El sollozo del demonio no se detenía, por el contrario parecía aumentar y entre su balbuceo se podía entender cosas como “no me quiere” “tanto que he hecho por ella” “me desvivo en el trabajo” “soy solo su herramienta” “mis pobres sentimientos” entre otras frases que la pelinegra ya habría oído aunque cada una de esas palabras eran una piedrecilla más que comenzaba a pesar en su conciencia.

Su respiración agitada se calmó lentamente mientras miraba sin expresión hacia la puerta, seguía emitiendo aquellos sonidos y su respiración se mantenía alterada pero su mirada, a pesar de estar surcada de lagrimas miraba fría y analítica hacia la puerta esperando ver alguna reacción o escuchar algún movimiento paravolver a meterse en su papel de victima sufrida.
ç

Ignorar. No pensaba hacer otra cosa con el demonio. Ya había soportado sus caprichos mucho tiempo, si quería algo, que se lo pidiera al menos. Le importaba poco que fuera su fuente de dinero o que este se buscase otro mánager, podía obligarle a quedarse junto a ella por el lazo creado durante la invocación o, por el contrario, dejarle marchar y volver a ganarse la vida como pistolera, o incluso como policía si terminaba por cogerle el gusto a situaciones de riesgo bastante distintas a las que salían, paradójicamente, en las películas.

Tirada en la cama como estaba su posición no es que fuera muy femenina, aunque podría llegar a tener cierto toque sensual mirado desde un punto de vista fuera de los contextos de mujer delicada que casi todos los hombres preferían, sobre todo el platinado. O al menos así lo creía ella... De todas formas no indagaba nunca en la vida privada de Nameless, detestaba los cotilleos y eso era una lacra en el mundo del espectáculo, pero prefería eso a estar siempre pendiente de cada ligoteo del mujeriego ser.

Desvió la mirada hacia su armario al voltear su rostro, poniendo uno de sus antebrazos sobre su frente para cubrir sus ojos de la luz que entraba por las ventanas. Tanteó la posibilidad de sacar de nuevo la guitarra pero estando el sollozante actor en el salón la idea fue descartada rápidamente. No quería darle otra razón para que se burlase de ella pese a que tocaba bien, algo que nunca reconocería. A diferencia del ojirrojo ella, a excepción de temas relacionados con la mecánica y las armas, no presumía nunca, salvo para molestar al susodicho en ciertas ocasiones.

Tras unos minutos de lloriqueo y quejas se dio cuenta que ella no le daría corte y al parecer no se saldría con la suya. Chasqueó su lengua contra su paladar mientras secaba las lagrimas de su rostro con sus manos - Tsk… maldita sea, se me antoja bento y la vaga de mi dueña no se digna ni a alimentarme… - mientras mascullaba en voz baja comenzó a arañar y delinear con sus largas uñas negras afiladas el borde de la mesa ratona - …maldita perra desagradecida… me hará levantarme y hacerme mi propia comida… - soltó la mesa y se levantó casi de un salto empuñando su mano levantándola a la altura de su mentón mientras su rostro mostraba una furia infantil desmedida - ¡Esto es una injusticia! – terminó por decir y patear la dichosa y desgraciada mesa que salió disparada justo contra el televisor de plasma destrozando ambos muebles.

El estruendo asustó al demonio quien saltó sobre el sofá largando un corto grito de la impresión adelantando sus manos como protegiéndose de un posible peligro.

Como era de esperar no hizo más que ignorar los insultos de su demonio, cerrando los ojos con la intención de descansar y, con suerte, dormir aunque solo fueran un par de horas. De haber estado más espabilada le habría respondido "Ni que fueras un perro" a la primera oración ajena, pero ni ganas tenía de discutir, al menos no hasta que el estruendo ocasionado por el romper de varios muebles le hizo levantarse de un salto de la cama, saliedno al salón y quedándose de piedra al ver SU televisión de plasma hecha añicos junto a la pequeña mesa y, para colmo de males, también destrozada junto al home cinema que había comprado hacía un par de días y que aún no había estrenado por montañas de papeleo. El mismo home cinema que le había costado una fortuna con la misma televisión y que tenía planeado usar por primera vez ese mismo día que tenía libre.

- ¡¡Nameless!! -gritó tras varios segundos de silencio bastante tensos, girándose hacia el nombrado con el ceño fruncido y una clara expresión de cabreo en su rostro. Para variar, su único día de descanso de, como mínimo, los catorce que tenían dos semanas o los treinta del mes se había hechado a perder por el estúpido, impulsivo y rastrero varón.

Al escuchar su nombre giró hacia ella de un salto anteponiendo sus manos de igual manera como lo había hecho con la televisión destruida y retrocedió hasta que sus pies abandonaron el sillón casi cayendo de espaldas recuperando el equilibro casi al instante. Abrió sus labios y miró la TV destruida junto con el Heather y luego la miró a ella señalando la TV - ¡Yo no he sido! Em…. Tengo que ir a… a otro lado! – se apresuró a decir mientras su cabello se volvía rubio como hebras de plata, sus ojos cambiaban su tonalidad nuevamente a ese grisáceo verdoso metalizado, sus orejas así como su dentadura, uñas y estatura cambiaron mientras emprendía carrera hacia la puerta principal tomando la campera de cuero del perchero en el camino tirando el mismo.

- ¡Oh no! ¡De eso nada! -exclamó largando a correr y llegando a la puerta primero con escasos segundos de diferencia, manteniéndola cerrada al hacer tope con su mano y pie derechos mientras su zurda cogía al famoso rubio del cuello de la camisa, algo que de seguro le enfadaría o molestaría.

- Como castigo y ya que no vas a mover un solo dedo para comprar una tele y mesa nuevas vas a recoger todos los destrozos, separando cada uno de los cristales de cada uno de los muebles, dejando lo poco que queda de cada cosa en el centro del salón, pero separados -le explicó con una voz digna del mismísimo Lucifer, sin dar lugar a reproches y, de haberlos, seguro que alguna bala saldría de una de las psitolas aún enfundadas en la parte posterior de su cadera.

Tenía intención de, a pesar de ser alguna hora o dos de trabajo, reparar la televisión y el sistema de sonido por su cuenta antes que salir a comprar una... Otra vez. Sin embargo no podía hacerlo teniendo una pieza por cada sitio del salón así que le dejaría esa tarea al actor mientras ella se aseguraba de trancar la puerta para que no escapase y, de paso, cocinar algo para comer ella y, si él hacia un buen trabajo, quizá prepararle algo también. Aunque esta última posibilidad era más que remota.

Frenando en seco derrapó el último metro antes de llegar a donde la pelinegra bloqueaba la puerta y antes que pudiese huir hacia otro lugar fue jalado por su camisa - ¡EEhhh! ¡¿Qué crees que haces?! ¡¿No sabes cuanto vale esta camisa?! ¡La estás arrugan…! – sus quejas fueron acalladas cuando la voz sepulcral y maligna propia del mismo Lucifer provino de los labios de su ama cargando el lugar de un aura que superaba con creces la del demonio en su forma platinada. Dejó caer la campera al piso e intentó retroceder un paso mientras un semblante de miedo se plasmaba en su perfecto rostro. Asintió rápidamente con su cabeza dispuesto a obedecer pues sabía lo que ocurriría si no lo hacía.

Arqueó una ceja esperando respuesta y curvó sus labios a modo de maliciosa y pícara sonrisa al ver los movimientos ajenos. Sin duda aquella escena valdría para una comedia o, incluso, una película de cómico terror.

- Bien... Pues hazlo antes de que me arrepienta de no haber desenfundado a mis pequeñas~ -canturreó amenazante soltando al ojiverde al tiempo que cerraba la puerta con llave y se guardaba la original, la única llave de la casa con la excepción de la copia que poseía el demonio, ahora también en poder de la morena.

Cuando fue soltado retrocedió un par de pasos y perdió el equilibrio cayendo sentado contra el piso cerrando sus ojos y apretando sus dientes al caer liberando un quejido que parecía sonar “Itaa…” antes de volver a mirarle y alejarse gateando hacia los destrozos. De ser un perro seguro andaría con sus orejas gachas y su cola entre las piernas.

Al llegar al susodicho lugar se apresuró a apartar la mesa rota y encontrarse con aquella maraña de cables, circuitos, plástico y vidrio. Lo quedó mirando por unos segundos, se sentó ene l piso cruzándose de piernas y sus dedos jugaron con su pendiente mientras seguía observando aquella montaña de basura. No tenía la menor idea de que parte pertenecía a que aparato…

Viendo al demonio arrastrarse n una posición tan patética decidió darse la vuelta para dirigirse a la cocina y así evitar ver aquella ridícula escena. La posibilidad de que Nameless fuera lo bastante estúpido como para no diferenciar las piezas de cada uno de los aparatos, que solo eran dos por suerte, rondaba por su cabeza aún cuando había comenzado a cocinar, para variar, lo que él había dicho que se le antojaba. De una forma o de otra terminaba cediendo a los ridículos caprichos del ojirrojo, y eso le cabreaba así que más le valía apañárselas al separar las piezas si no quería ver como ella comía mientras las arreglaba y él se quedaba mirando como si de un perro esperando las sobras se tratase.

Pocas veces en su vida hacía lo que estaba haciendo en ese momento, se estaba esforzando por intentar comprender y descifrar aquello a lo que se le daba tan mal; la tecnología. Tiró ociosamente de su pendiente estirando levemente su oreja mientras observaba concentrado la pila de “basura”. Finalmente estiró su mano y tomó un pedazo de plástico que al levantarlo venía enganchado a varias piezas, sonrió al reconocer parte del home cinema dejándolo a un lado. Rió feliz, él era genial, estaba haciendo ese trabajo el solo y podía hacerlo, la única razón por la que no era manitas con esas cosas con circuitos era por que él no quería por que era perfectamente capaz de hacerlo… si tan solo el rubio supiera la brecha que había entre reconocer las piezas de un home cinema y un TV de plasma y reparar estos tendría idea de lo errado que estaba. Pero ese no era el caso.

Volvió a tomar un trozo de plástico y utilizando removió las piezas intentando reconocer alguna otra pieza, estaba emocionado por poder realizar la tarea y finalmente comprender. Tomó unos cables y los puso en la montaña del home cinema y posteriormente separó al otro lado del parte del parlante de la televisión. Al volver a meter la mano entre las piezas un pequeño ardor le hizo mirar su mano, un pequeño tajo en su dedo medio comenzó a sangrar al haberse pinchado con uno de las piezas - ¡¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHH!!!! – un grito desgarrador hizo temblar el piso mientras el rubio se tomaba la mano herida por la muñeca y la alzaba sin levantarse.

Durante unos minutos la cosa fue tranquila, el sonido del aceite hirviendo y algunas cosas freírse podía escucharse desde el salón donde estaba Nameless y, de no ser por el silencioso extractor encendido, el aroma de la comida llegaría hasta el olfato de este. Se había permitido incluso relajarse y cocinar con calma al no escuchar nada desde el comedor, suponiendo dos cosas: Que él estuviera haciendo su trabajo o que no lo hiciera. En cualquiera de las dos formas al menos estaba calladito... Eso hasta que el grito, más semejante al de un cordero siendo degollado que al de un humano, llegó a sus oídos haciendo que saliera rápidamente de la cocina solo para quedarse, una vez más, de piedra ante la escena.

- ... Ver para creer... -musitó como si le hubieran hechado un valde de agua fría al ver la escenita allí montada.

Se acercó a él tras haber apagado el fuego y se rehacía la baja coleta que había usado para cocinar, algo que se le daba bien, por suerte para ambos.

- Deja de exagerar, no es para tanto -comentó cogiendo la mano del demonio mientras ella se agachaba, mirando la herida. No era nada grave, apenas un arañazo superficial que, un poco menos profundo y ni siquiera sangraría. Es más, apenas una sola gota de sangre había salido de dicho pinchazo.

En la mano de la pelinegra la mano del rubio se abrió y sus uñas crecieron nuevamente afiladas en un tono azabache, el rubio volvió a su forma platinada y la herida cerró al instante. Su regeneración era lenta, más que la de cualquier demonio, pero era tan superficial la herida que no tardó nada en desaparecer dejando solo la gota de sangre sobre su piel - Mi dedo… - dijo quejumbrosamente e incluso algo mimoso mirándole de manera lastimera con sus ojos carmesí de pupila rasgada.

Su mirada se alzó de la herida, si es que eso podía ser considerado como tal, para observar de nuevo el cambio de humano a demonio que el varón efectuaba con una facilidad y rapidez envidiables. Sin duda era de lo poco que se le daba bien, al menos en cuanto a habilidades demoníacas se trataba. Sin embargo, su mirar se cerró al notar la forma en que él le devolvía dicha mirada. No por despecho, sino para evitar ablandarse por tan poca cosa.

- Solo ha sido un pinchazo... -comentó limpiando la sangre con uno de sus índices y levantándose para volver a la cocina, no sin antes haberle hechado un vistazo a las múltiples piezas tiradas por el salón. No pensaba hacerle mimos ni nada por el estilo a Nameless. No era ni por asomo una mujer "cariñosa", mucho menos con un corazón blando aunque él bien sabía a veces dónde y cómo tocar la mínima fibra sensible que la morena poseía.

- Ten más cuidado. Has tenido suerte de no haberte cortado con un cristal -le dijo mientras caminaba apenas volviéndose una sola vez hacia él.

Fastidiado pensaba volver a su tarea cuando escuchó el consejo o advertencia de la pelinegra y sonrió al notar que si se preocupaba por él. Tal como ella pensaba, la única habilidad demoníaca a parte de su actuación y su canto, que el demonio dominaba a la perfección era su cambio de apariencia pudiendo optar por una u otra cuantas veces quisiera y sin gasto considerable de energía.

Miró nuevamente las piezas… ya se había aburrido, todos aquellos aires de sabiduría y satisfacción habían desaparecido. Tomó piezas al azar comenzando a separarlas más o menos como le parecía sin prestar la misma atención y dedicación que antes. El cambio en el demonio no era solo de apariencia si no que levemente en personalidad.

Pocos minutos más fueron los que habían pasado desde que la humana se introdujo en la cocina hasta que salió de ella con, por fastidioso que le resultase, dos bentos y dejando uno de ellos sobre la mesa mayor, afortunadamente sin romper mientras llevaba el otro hacia los "escombros", posándolo en el suelo y sentándose junto a Nameless, empezando a reorganizar los aparatos que no estaban donde deberían. No pensaba decirle que le había servido comida, ya lo vería él solito y tampoco le diría que parase de separar cada artilugio como le viniera en gana pues de seguro lo haría inmediatamente en cuanto viera como ella misma se sentaba para hacerlo, no sin antes haber dejado junto a su comida una cerveza, la caja de cigarrillos y una caja de herramientas. Si bien podía areglar el home cinema, siempre y cuando no tuviera piezas rotas, la televisión ya era otra historia pues necesitaría un cristal neuvo para la pantalla y, seguramente, muchos otros aparatos que se habían destrozado por el golpe.

Cuando la pelinegra se sentó a su lado el platinado se paró dejando caer delante de ella algo que parecía una bocina con un cable - No te estorbo más~ - dijo como perfecta frase para librarse del castigo/trabajo y de paso quedar bien con ella al darle espacio y alejarse para dejarla tranquila. Al levantarse comenzó a acomodar su ropa, su cabello registrar sus manos haciendo una mueca al notar un poco de suciedad en uno de sus dedos, posiblemente un poco de polvillo o algo similar, nada grave pero que opacaba la perfección de aquel ser.

Disponiéndose a ir al baño para acicalarse, peinarse vio a la pasada el bento sobre la mesa, giró su mirada notando que su manager tenía el propio y sonrió maliciosamente sabiendo que se había salido con la suya, pero no dijo nada y se hizo quien no vio nada metiéndose en su habitación. Solo pasaron un par de minutos antes que el demonio saliese de la habitación, ahora ataviado de más adornos, collares, anillos y su camisa azul había sido sustituida por una de chaqueta ajustada de cuero de cola larga con detalles en azul y cadenas y adornos metálicos, de sus orejas colgaban dos pendientes bastante vistosos. Al caminar producía un gracioso tintineo de las cadenas y adornos rozar entre ellos. Esa era la extravagancia que le gustaba, amaba estar cubierto de esas ropas y de oro, rubíes y plata.

Fue hasta la mesa donde se sentó y tomando los palitos comenzó a comer observando a la pelinegra trabajar.

Por su mente pasó un simple y cortante "Lárgate" que hubiera deseado decir de no ser porque pasaba de discutir mientras hacía un trabajo que, en verdad, no quería hacer pero que era una buena forma de matar el tiempo de su día ya no tan libre. Aunque debió imaginárselo, siempre terminaba igual de todas formas y ese día no estaba por la labor de ser la excepción.

- No des las gracias, no hace falta -exclamó molesta y con gran sarcasmo sin ni siquiera mirarle, aunque sabiendo perfectamente que estaba comiendo sin dejar de mirarla. No por nada sentía cierta incomodidad y era precisamente por eso por lo que odiaba ser el centro de atención y estar en multitudes. Solía atraer más miradas de las que podía soportar.

Al contrario de la manera en que él comía, Kiria cogía muy de vez en cuando y al azar alguno de los alimentos del bento sin apartar la vista de las partes de ambas máquinas. De no tener las manos pringando con los artefactos, la mayoría de ellos sucios, ni se ahbría molestado en usar los palillos pero pasaba de estar limpiándose las manos a cada rato.

Haciendo base con sus pies empujó la silla aún sentado apartándola de la mesa sosteniendo el bento entre sus manos las cuales todas poseían anillos dorados que conectados por cadenas se unían a una gran joya roja en el dorso de su mano que a su vez se aferraba a su muñeca. Cruzándose de piernas ahora miraba directamente a la pelinegra mientras llevaba una pequeña porción de arroz a su boca. En aquella forma el platinado tenía movimientos más suaves y elegantes, claramente no humanos.

Ignoró deliberadamente las palabras ajenas y solo le miraba. A falta de televisión o cualquier otro centro de entretenimiento mientras ocupaba su tiempo comiendo miraba como trabajaba su dueña.

Le molestaba e incomodaba que él no parase de mirarla, pero no pensaba reconocer su molestia pues eso solo podría aumentar las ganas del demonio en seguir mirándola para fastidiarla, y no tenía ganas de que lo hiciera con más ahínco. Simplemente esperaría a que se aburriese, deseando que no tardara mucho en hacerlo. Le costaba bastante concentrarse en la fácil tarea de separar las piezas mientras era observada, teniendo la sensación de que se le juzgaba con la mirada cada gesto que hacía... Y no le gustaba para nada sentirse así, como si estuviera siendo analizada. Así mismo tal era su desconcentración que en lugar de una de las piezas del televisor cogió con su diestra uno de los cristales de este, dañándose con el los dedos pulgar e índice

- Mierda... -fue todo lo que se oyó cuando aquel trozo de cristal cortó sus dedo, haciéndolos sangrar al tiempo que ella se llebaba a la boca el pulgar para lamer la herida, probando su propia sangre sin darle mayor importancia.

La exclamación le hizo apretar sus dedos haciendo un leve sonido con sus palitos contra la caja del bento y enseguida el aroma a la sangre le hizo fruncir la nariz, como si fuese la peste más asquerosa del mundo - ¿Te haz lastimado? – preguntó aunque era obvia la respuesta, había visto claramente que había tomado un cristal pero sin saber por que exactamente preguntó.

Dejando de lado el bento se levantó produciendo aquel gracioso tintineo metálico a cada paso mientras se acercaba a ella intentando ver la herida.

- No es nada -respondió de forma rápida y algo tajantetras sacar el dedo de su boca y limpiar la sangre que le caía del índice, o al menos intentándolo mientras ignoraba el típico tintineo de los múltiples adornos que el platinado protaba. Ella nunca había sido mujer de joyas ni accesorios más que alguna cadena a modo de collar, gafas de sol y muy, muy de vez en cuando algún anillo en el dedo pulgar o una pulsera. Siempre accesorios de plata, nada lujosos ni atrayentes o exóticos como los que Nameless portaba.

No ocultaba su herida, es más, ni siquiera le daba importancia ni se alarmaba por ella aunque de haber sabido que el nombrado se acercaba a ella precisamente para observar las irregulares y pequeñas laceraciones sí las habría escondido a su roja mirada.

- Eso se te infectará – dijo contra su oído, pese al tintineo se había podido acercar lo suficiente como para hincarse detrás de ella y observar la herida sobre el hombro de ella. Un claro gesto de asco se dibujaba en su rostro, no le agradaba la sangre, implicaba suciedad, heridas, cicatrices, dolor, molestias e imperfecciones. Pero pese a eso seguía observando.

Debió haberse esperado la acción del actor al notar su aliento casi sobre su cuello y en su oído, seguido de aquellas palabras musitadas con recelo sobre la sangre. Apenas le contestó repitiendo lo mismo que antes sin muestra alguna de nerviosismo por tenerle pegado a ella, aunque sus orbes de plateado color se giraron hacia él, viendo la expresión que se había puesto en su rostro.

- No mires si tanto asco te da -le dijo al tiempo que, esta vez, introducía su índice en su boca en lugar del pulgar al atrapar dicho dedo con sus labios para lamer la herida. Sabía bien que aquel gesto podría provocar a Nameless, pero se aseguró de tener su zurda sobre una de sus pistolas por si, como ya había hecho, él se atrevía a acercarse aunque fuera un solo centímetro más.

Abrió sus labios para contestarle pero su mirada siguió su dedo hasta que este se perdió en los rosados labios ajenos, como si devorara un dulce aquellos labios presionaron el dedo y el demonio dejó escapar su aliento siendo seducido por aquel simple gesto. Su lengua acarició sus labios y una sonrisa se dibujó en su rostro, como si toda actitud y entorno al demonio cambiase este comenzó a destilar seducción. Su mirada se relajó y sus parpados bajaron apenas un par de milímetros ando un leve almendrado a sus ojos, con aquella sonrisa a medio labio su respiración cambió y una de sus manos acarició su cintura acercandose aún más a ella. Uno de sus pendientes rozó la mejilla de la pelinegra, aquel pedazo de oro blanco con un lustroso rubí colgando de una delicada cadena a su lóbulo. Ladeando su rostro sus labios húmedos rozaron la mejilla de ella en un sutil y delicado roce como la seda mientras su voz de terciopelo acariciaba su garganta - ¿No quieres que te ayude a sentirte mejor? -

Era fácil provocar al demonio cuando este estaba en su verdadera forma, al punto que unas simples miradas lascivas o algún gesto provocativo le dejaba en blanco y le hacían centrar toda su atención en la fémina que le provocaba, en este caso la pelinegra. Y era que más allá del trato que tenían uno con el otro y la personalidad de ella, ella era una mujer deseable y atractiva.