Su flequillo le tapaba los ojos de color anónimo, pues nadie nunca los había visto, así como también escondía parte de su cicatriz bajo el mismo, y el cabello grisaceo llegaba hasta su cintura con una trenza a un costado. Su ropaje era bastante singular y resaltaba entre todos los demás, pues era todo completamente negro: una laaarga gabardina con mangas que, al pasar de largo sus manos, tapaban éstas. Las botas que a penas se le veían pues la gabardina las tapaba. Y el sombrero con aquella tira de tela negra que colgaba desde éste, indispensable para agregarlo a su desquiciada manera de vestirse, asi como todo lo que hacía.
Su caminar, cómico y para nada elegante, tambaleandose de un lado a otro y moviendo también así sus manos tapadas por las oscuras mangas, sonriendo de oreja a oreja como si tramase algo o estuviera en extremo feliz, pareciendo un completo idiota. En definitiva, a simple vista parecía borracho por sus movimientos o, si no era eso, un completo loco, aunque en realidad estaba en sus cinco sentidos y estaba... bueno, casi cuerdo.
Había visto un gato blanco que, a simple vista, ya le parecía tan adorable que quería tocarlo. El minino, asustado, echó a correr antes que pudiera llegar a tocar su aparentemente suave pelaje. Guiado por su instinto infantil, el hombre comenzó a buscarlo, empecinado en cumplir su cometido.
-Gatitoooo~... ¡Gatitogatitogatitogatitogatitooooo~!
Lo llamaba en voz alta como si el animal fuera hacia él con tan solo llamarlo. Asomaba la cabeza en las puertas de las tiendas y exclamaba siempre lo mismo: "Gatito", pareciendo aún más loco de lo que se veía.
-Wujujujuh~.. ¿Dónde estará el gatito?