Día libre... O no...

Era el mediodía, la gente solía estar comiendo fuera, quizá con la familia o simplemente con amigos. Era la tradición... En domingo, casi todos salían por ahí a celebrar el final de una semana y el inicio de otra con comidas familiares o fiestas tempranas.

Mientras la gente bullía y se divertía en la calle, en uno de los pisos de una de las fincas más altas del centro de Albion se hallaba la joven humana, sentada en su cama con la puerta del cuarto entreabierta y con una guitarra española en las manos. El único que podría haber en la casa a parte de ella sería su demonio, pero se había asegurado de que los propios guardaespaldas de este le despacharan al llevarle a una entrevista de última hora que, según esperaba ella, le mantuviera ocupado el tiempo suficiente como para poder practicar un poco con la guitarra de cuando era pequeña.

El instrumento estaba como nuevo a pesar de los años y esa misma mañana le había cambiado las cuerdas por unas nuevas y le había dado una puesta a punto. Era un hobbie que ocultaba al susodicho demonio solo por el gusto o la libertad de tener un secreto para con él, por estúpido que pudiera parecer.

Sus dedos se acoplaron en las cuerdas tras afinarlas, haciendo sonar una primera nota, un simple La muy suave y uniforme que no tardó en coger cierto ritmo cuando la mano derecha de la morena empezó a moverse con maestría, pero aún lentitud mientras se acostumbraba de nuevo a la sensación de tocar su antigua guitarra sin cambiar la nota en ningún momento más que algún leve cambio a Sol y vuelta a La. Podía notar como los cayos que le habían salido en los dedos por haber tocado el susodicho instrumento tiempo atrás habían sido sustituídos por los que había ganado por manipular armas de fuego y demás herramientas de mecánica, dejando sus manos algo maltratadas por las yemas y la palma pero perfectas y suaves por el dorso de toda su extensión. Paradójicamente, como las dos caras de una misma moneda.

El golpe del azotar de la puerta seguido por la voz de ambos guardaespaldas irrumpió en la sala de aquel alto piso en el centro. El rubio entró a su casa con su seño fruncido y un aire de soberbia un tanto mayor de lo que normalmente poseía - ¡¿Dónde estás?! ¡¡KIRIA!! – los guardaespaldas se apresuraron a intentar calmarle y persuadirle que volviese a la entrevista que aún estaba a tiempo de llegar pero el demonio negó con su mano yendo directamente a la cocina buscando a la pelinegra - ¡No pienso ir a esa entrevista! Es un canal local y un programa de chismes ¡¿Qué clase de trabajo es ese?! ¡Quiero a mi manager ahora! No pienso mostrar mi perfecto rostro en ese lugar – al decir eso último se detuvo frente a uno de los numerosos espejos que había por la casa y se sonrió a si mismo mostrando su perfecta hilera de blancos dientes bordeados por sus finos labios levemente rosados, su piel era tan perfecta como la de una muñeca de porcelana y sus cabellos desmechados y cuidadosamente desordenados en un “look” salvaje y rebelde parecían finas hebras de oro, sus ojos grises como el acero parecían tener un leve reflejo en verde y en sus orejas brillaban sus delicados pendientes. Su cuello descubierto continuaba hasta su sutilmente marcado pecho que se veía un poco por su camisa azul con los primeros dos botones sueltos, allí resaltaba de su lampiña y blanca piel un collar simple de una cruz plateada con un pequeño rubí. La camisa de manga corta dejaba ver sus brazos desnudos solo interrumpido el derecho por una muñequera de cuero con una fina cadena que se unía con su dedo meñique en un anillo, en su otra mano solo dos anillos adornaban sus dedos índice y anular. Sus pantalones negros semi ajustados estaban decorados con algunas cadenas, imperdibles, parches y cintas que hacían que su cinturón de cuero así como sus botas altas pasasen desapercibidas. Efectivamente era perfecto, no había un solo pelo desarreglado, una sola imperfección sobre su piel, más cuando mostraba aquella radiante sonrisa. Era el quico perfecto a no ser por su terrible personalidad.

Como si aquella perfecta criatura mutara volvió a gritar el nombre de la pelinegra - ¡Kiria! ¡¿Dónde estás?! Seguro salió a embriagarse de nuevo… a quemar mi dinero en alcohol y cigarros – metió su mano en su bolsillo y sacó un celular de última generación con tapita y pantalla táctil, maniobrándolo con envidiable destreza abrió la tapa con una sola mano y con un par de toques lo llevó junto a su oreja sin dejar que este aparato le tocase para que no desarreglara su cabello. El celular de Kiria comenzaría a sonar en aquel momento.

Un mal movimiento de una de sus manos ante el estruendo provocado fuera fué lo que desencadenó en la rotura de una de las cuerdas del instrumento que tenía en sus manos y, por el romper de esta, un corte regular, fino y casi perfecto en su mejilla derecha. No mostró más dolor que un simple cerrar de su orbe correspondiente y un leve fruncir de ceño que se acrecentó al escuchar a aquel que producía el estruendo y, por desgracia, le conocía demasiado...

- ¡Mierda! "¡Acabo de cambiarlas!" -pensó furiosa no por el dolor, sino por tener que ir nuevamente a comprar una cuerda nueva para la guitarra que acababa de reparar.

De muy mal humor salió de su cuarto cerrando la puerta tras de sí, no sin antes esconder el susodicho instrumento en su funda y, posteriromente, en su armario. Se dirigió hacia el rubio con las manos empuñadas al intentar contenerse para no darle un buen puñetazo, pero era su medio de vida y estropear su imagen podría dañarla seriamente además de acarrearle mil y un reproches por parte del ojiverde.

- ¿Qué narices quieres ahora? -preguntó sin paciencia alguna para aguantar los caprichos del demonio que, para colmo, había faltado a una entrevista que les habría dado bastantes beneficios.

Las ropas que vestían eran bastante simples. Camiseta negra sin mangas de cuello semi alto y vaqueros también negros. Caminaba descalza por el suelo de madera recién fregado y su cabello estaba suelto y peinado de forma nada complicada, como siempre. Estaba de más decir que,a pesar de notar la vibración de su móvil en el bolsillo izquierdo trasero de su pantalón, no lo había cogido.

Cerró el celular de un corto movimiento de sus dedos con un grácil “tac” y se volteó a ella. Ambos se quedaron mirando por un par de segundos, segundos que los guardaespaldas se miraron y balbuceando que si los necesitaban que los llamasen salieron de la casa hacia el elevador cerrando la puerta a sus espaldas. Sabías por experiencia que cuando artista y manager se encontraban nada bueno podía salir de allí, incluso como simple espectador corrían riesgo de fuego cruzado.

El sonido de la puerta al cerrarse fue la campana que dio inicio a aquella pelea. El rubio dio un paso hacia ella - ¡¿A dónde diablos crees que me mandas?! Ese estudio de segunda, ni siquiera tenían maquilladora profesional. No es que YO necesite maquillaje pero… por favor! ¡maquilladora! ¿Y que clase de escenografía era esa? Y no pienso aparecer en el mismo programa que estaba Skipy… Estipy… Stipy o como diablos se llamara ese perro que surfeaba ¿Acaso son una de esas… esas? ARG! ¡NO LO SOPORTO! ¡Más aún! Pretendían que apareciera después de una entrevista a una modelo hueca que todo lo que puede hacer es reírse de cada idiotez que le dicen y hablar de su estúpido novio futbolista! – eso último… estaba claro para la pelinegra que simplemente el rubio intentó seducirle y ella le había rechazado.

Apretó con su puño el celular y estuvo a punto de lanzarlo al piso pero desistió al caer en cuenta lo que hacía.

Escuchó con cara de desinterés toda la retaíla de quejas del rubio. Ya estaba más que acostumbrada al carácter del "humano" que tenía frente a sí y simplemente se cruzó de brazos, ignorando por completo la sangre de su mejilla. No era la primera vez que se dañaba y aquel simple corte no era nada por lo que atormentarse. Al menos para ella. Así mismo tampoco prestó mucha atención a los guardaespaldas retirados. Ya les daría su merecido por no haber sabido contener a la chiquilla malcriada que tenía quejándose día y noche.

- Si pensaras un poco más en tu carrera en lugar de en ligar con mujeres que ya tienen novio esto funcionaría -le criticó sin alzar la voz en ningún momento pues si ella también se ponía a gritar aquello no acabaría nunca y sería un día libre perdido por completo. Aún así, se quedó con las ganas de criticarle al demonio su forma de ligar pues la habría puesto a parir con un millar de razones y demases, en las que no se cortaría un solo pelo a la hora de hablar con palabras no muy agradables...

Enojado alzó su mano y lanzó el celular contra el piso - ¡Eso no tiene nada que ver! – Traducción: “Eso es exactamente lo que me pasó pero no quiero que te enteres.” La mirada del rubio bajó al piso para ver el negro aparato roto en trozo de plástico y circuitos. Sus labios abiertos se quedaron así y el inferior comenzó a temblar a la vez sus ojos se abrían de manera desmesurada - ¡AAH! ¡MIRA LO QUE HAZ HECHO! – gritó retrocediendo mirando el celular roto como si mirase un cadáver. Enseguida se arrodilló y tomando un lápiz de la mesilla ratona movió las piezas hasta sacar un pequeño chip de datos al parecer intacto, soltó un profundo suspiro de alivio volviéndose aparar.

- Consígueme trabajos serios. Me rehúso a compartir set con un perro – finalizó mientras se iba a su habitación en busca de otro celular, aquellos que alguna empresa le había enviado gratis por alguna promoción o simplemente por ser él. Meros alimentadores de ego. Dejó la puerta abierta tras de si.

- ¡Pero si lo has tirado tú maldito idiota! -le reprochó dando a entender que ella no tenía intención alguna de arreglárselo por muy manitas que fuera para esas cosas. Si quería un móvil nuevo, debería comprárselo y Kiria no tenía intención ninguna de ir por uno para él o, como estaba haciendo, buscar uno de los muchos que se le regalaban.

- Pues por perro no será... -comentó cuando él salió de su rango de visión haciendo alusión a la palabra "perro" como sinónimo de vago, adjetivo que le venía que ni pintado al rubio quejica.

Ignorando al caprichoso ser se dirigió a la cocina para, como era previsible, coger una de las cervezas de la nevera, cerrando esta última mientras abria dicha bebida y volvía a salir al salón, viendo que, a parte del celular, aquella discusión no se había llevado de por medio ni parte del suelo o paredes ni algún mueble.

Salió de su habitación mientras desmantelaba un desdichado celular quitándole la batería buscando por donde introducir dicho chip. El rubio parecía tener problemas con aquella simple tarea – Aparato del demonio… - siguió caminando pasando frente a la TV dejando el aparato destripado sobre la mesilla, el chip, la batería, la tapa de la misma y el celular en si. Se dejó caer en el sillón junto a ella y le miró de reojo en silencio.

Subió su pie sobre la mesilla y lo arrastro por la misma empujando el aparato hacia ella mientras desviaba su mirada distraídamente. Pedía su ayuda en silencio.

- "Como raye el parké me lo cargo" -pensó al ver sus movimientos y el sonido de la mesa antes de dirigir su mirada al desmontado aparato y luego, nuevamente, al ojiverde con una maliciosa sonrisa tras acercarse un poco a este.

- ¿Cómo se piden las cosas?~ -canturreó disfrutando de la situación en que, a lo mejor, conseguía que el demonio doblegase su orgullo para conseguir que ella le arreglase el aparato. No le era ningún esfuerzo, en apenas unos segundos se lo tendría listo y, probablemente, trucado para alguna que otra cosa si es que así lo quería. No era hacker, pero se le daba bien todo lo eléctrico y mecánico.

- mog famg… - musitó entre dientes apretando sus puños sin mirarle. No quería mostrar debilidad ante ella pero la necesitaba, no era bueno en esas cosas, simplemente la tecnología no era lo suyo. Incluso pasarían varios días hasta que se acostumbrara al nuevo celular. Su mirada se posaba firme y decidida en una de las esquinas de la pared dándole la nuca a ella aunque podía sentir que ella se acercaba a él.

Se detuvo a tan solo un par de pasos del engreígo ojiverde antes de inclinarse un poco hacia él poniendo su mano diestra sobre la oreja correspondiente y dándole el perfil de su rostro al demonio en un gesto burlón que acompañaría a sus palabras.

- No te he oído bien -estaba tentando aún más al demonio. No era ella quien solía llevar las riendas de las discusiones y no perdería la oportunidad de fastidiar al rubio. CUanto más sufriera por orgullo, más satisfecha estaría ella.

- Tsk… - apretó sus dientes y cerró sus ojos bajando su mirad cruzando sus brazos - Por favor… - dijo claro pero en un volumen más bajo de lo normal. Estaba furioso y avergonzado por necesitar ayuda en algo que ella lo hacía con tanta simpleza y desenvoltura y a su vez un poco de enojo por ella claramente burlarse del.

- Buen chico -comentó con una sonrisa divertida como si le hablara a un perro antes de coger el celular y sus piezas, sentándose en el suelo tras ello y levantando un poco su pantalón para sacar de debajo de este un pequeño destornillador con el que no tuvo mucho problema para remontar las piezas en tiempo récord: unos 6 segundos contando el tiempo que había tardado en sacar la susodicha herramienta. Era una velocidad sorprendente para un humano, pero para ella era un juego de niños, casi literalmente...

Gruñó un poco aún cruzado de brazos mirando como ella realizaba la tarea con velocidad envidiable lo que a él le costaba horrores y ni siquiera podría terminar. Al acabar se sentó más al borde del sofá y se quedó mirando como el aparato había sido reparado y ensamblado a la perfección - Enciéndelo – pidió ansioso para ver si sus contactos estaban al igual que toda la información que allí guardaba.

Al terminar volvió a guardar la pequeña herramienta bajo su prenda inferior, levantándose y acercándose una vez más al demonio con una amplia sonrisa en su rostro.

- Eso puedes hacerlo tú solito. ¿Ves como no es tan difícil pedir algo? -preguntó de forma retórica antes de dejar el móvil en las manos del mayor y coger la cervez que había dejado en el suelo para darle un trago en cuanto se reincorporó.

Masculló algunas palabras de enojo y encendió el celular comenzando a jugar con el, revisar sus funciones hasta que cayó en la opción de camara. Sonrió con malicia y apuntó a la pelinegra - ¡Perra culia! - le dijo para enojarle y llamar su atención y sacarle una foto en el mismo instante que ella volteara con aquella expresión de odio y malicia con la que solía mirarlo cuando se ponía demasiado insoportable.

- Lo que tú digas -comentó alzando la mano de forma despreocupada y dándole la espalda sin dejarse pillar por la trampa del ojiverde. No era que lo supiera pero había oído tantas veces ese apodo para con ella de parte de él que ya casi le daba igual. Más aún con la poca originalidad que este tenía para apodos y nombres.

Apretó sus dientes alzando su labio molesto por no resultarle el chiste, de igual manera la cámara se disparó tomándole una foto de espaldas con su mano alzada, enseguida bajó la cámara y se disparó por segunda vez con un falso “click” retratando su trasero - Me alegra que ya lo tengas asumido. Al menos así me dices como haces para conseguirme trabajos, aunque si lo comparamos con los trabajos que me consigues, debes ser muy mala… - dijo como comentario mientras pasaba las fotos una a la otra mirando como habían quedado, volvió a subir los pies a la mesilla cruzando sus piernas comenzando a mover su pié siguiendo el ritmo de una canción que solo sonaba en la cabeza del.

- Deberé bajarle canciones a esta cosa… - murmuró mientras hacía zoom en la imagen que retrataba el trasero de su manager - Deberías usar ropa más ajustada, parece el trasero de un camionero… - dijo en voz alta sin levantar su mirada para verle.

Frunció el ceño al escuchar el típico sonido del disparador de la cámara pero prefirió ignorarlo ya que no mucho podría hacer el rubio con esas imágenes. Es más, si por casual le daba por avergonzar públicamente a la morena, su propia reputación se vería afectada y eso sería un duro golpe para él, por lo que dudaba que arriesgase su carrera solo por fastidiarla.

- Si no te gustan los trabajos que te consigo búscatelos tú -comentó dándole un nuevo trago a la alcohólica bebida deseando que las piernas de Nameless no terminasen por romper la mesa donde se posaban, ignorando el comentario sobre las canciones.

- Si tanto te desagrada no mires -fue todo lo que le respondió pasando por completo de los comentarios del ególatra demonio sobre sus glúteos. Le importaba menos que nada lo que pudiera opinar su "estrella" del físico propio. No tenía intención alguna de gustarle y no cambiaría su forma de vestir porque él se lo dijera.

Rió a medio labio mientras se recostaba a lo largo del sofá, su cabello comenzó a tomar una tonalidad cada vez más clara desde las raíces hasta llegar a las puntas y en su nuca siguió creciendo tomando una coloración platinada, su pupila se rasgó y sus ojos acero se tiñeron de carmín. Sus orejas quedaron en punta y hasta pareció crecer varios centímetros mientras se estiraba bostezando mostrando que su perfecta dentadura ahora poseía colmillos como los de un vampiro. Dejó el celular de lado y se giró en el sofá dándole la espalda quedando cara a cara con el respaldo - Si te arreglaras un poco puede que llega a tomar la posibilidad de considerar ponerte como suplente en los eventos en los que tengo que ir acompañado, ya sabes, por si mi compañera del momento falta… - su voz había cambiado volviéndose más aterciopelada.

Gruñó levemente como única respuesta a la risilla ajena, notando como un ligero escalofrío recorría su espalda. No era nada nuevo que, por el lazo ama-sirviente, la humana notase cuando el susodicho "sirviente" cambiaba de forma. Ni siquiera se dignó a darle la cara a Nameless cuando este le comentó aquella, en su opinión, ridícula posibilidad.

- Pues mala suerte. No tienes necesidad de ir acompañado más que por tus guardaespaldas -sentenció dando un claro "no" a la proposición de este. Odiaba salir en público en aquellos eventos, más si era el centro de atención. Demasiada gente y demasiadas miradas, si bien él disfrutaba de no tener casi vida privada ella no opinaba igual y prefería seguir en un segundo plano, siendo la sombra del, ahora, platinado varón.

Por el tiempo que habían pasado juntos no solo ella podría sentir cuando él cambiaba su forma si no que probablemente también supiera las palabras que estaban a punto de abandonar los labios del demonio. Este ladeó su rostro con sus ojos cerrado y con somnolencia recitó - Tengo hambre… - tras esas palabras volvió a ocultar su rostro en el sillón contra el respaldo utilizando el posabrazos como almohada.

- No pienso cocinarte nada -sentenció casi sin dejar terminar las palabras del demonio o incluso siguiéndolas como si fueran parte de la misma oración. No tenía ni ganas ni intención de darle comida por la cara, mucho menos de seguir siendo su niñera y criada. Bastante tenía ya con soportarle y conseguir que su imagen de vendiera como parra encima tener que cuidarle como si fuera un bebé.

Se dirigió de nueva cuenta a la cocina solo para tirar la lata de cerveza recién vaciada y sacar otra para dirigirse después hacia su habitación, buscando llegar sin que el demonio le montara un nuevo numerito sobre el tema que bien conocía: Que le descuidaba y no le importaba lo que le pasase.

Cuando ella entró a la cocina pensó que había conseguido lo que quería así que se giró en el sillón y se irguió levantándose y sentándose en el mismo mientras su mano acomodaba sus cabellos y peinaba con sus dedos el largo mechón de su nuca acomodando el aro de oro que lo mantenía en su lugar. Al verle salir su mirada carmesí se posó en sus manos sin ver alimento frunció su seño y cerró sus ojos dejándose caer hacia atrás contra el respaldo del sillón. Sus manos cayeron a ambos lados del cuerpo del demonio y este dejó escapar un prolongado, tortuoso y lastimero gemido de dolor que sería capaz de contraer hasta el corazón más frío, como la criatura más sufrida de la tierra su voz se arrastró en continuación de aquel gemido - mmmggg… creo que me desmayaré… Kiria… necesito alimento… si no me cuidas moriré… ¿Ya no me quieres, Kiria? - su voz se quebró en un llanto y sus manos cubrieron sus labios para ahogar los sollozos mientras se inclinaba hacia delante comenzando a sollozar de una manera tan vehemente que no había duda de que el demonio estaba sufriendo terriblemente. La pobre victima en manos de la terrible ama.

Sobre la alfombra un par de puntos oscuros se vieron un par más de gotitas oscurecieron un par de puntos más. Los ojos del demonio estaban inundados y las lagrimas caían por sus mejillas, sus manos temblaban y su respiración alterada respondía al sollozo que costosamente intentaba contener.

Era posible que su llanto pudiera hablandar a cualquier ser, incluso a algún demonio sin exagerar, pero como toda norma tenía una excepción que la confirmaba, y la morena era esa misma excepción. Tantos años viviendo con él le habían enseñado que la habilidad innata que poseía para mentir y actuar era insuperable, pero ya no funcionaba con ella. No tanto como antes al menos.

- Que dramático... -murmuró para sí decidiendo no hacerle caso. Ya se cansaría de lloriquear como una simple chiquilla abandonada mientras ella se metía en su cuarto, tumbándose boca arriba en la cama dejando la puerta abierta.

Tenía sueño y estaba cansada, se había pasado la noche haciendo papeleo y más papeleo además de diferentes llamadas, odiando los horarios de sueño de muchos de los contratantes del melodramático platinado. Si él quería comer, que pidiese algo o intentase hacérselo él.