Día libre... O no...

Captaba fácilmente las intenciones del varón, no solo por el lazo que los unía, sino también porque era bastante predecible cuando era provocado. Ya le había visto actuar y dejarse provocar con tan solo una sola mirada por mujeres de alto standing, sobre todo por modelos o actrices, compañeras o no en algún rojade. Todas ellas mujeres bellas, casi ninguna fuera de la definición de superficial. Eran totalmente opuestas a ella y, a pesar de que el mujeriego demonio ligase con ellas, no le importaba en lo más mínimo. A menos claro que las subiese al piso que compartían, algo que hacía a menudo muy a pesar de la morena.

Apenas un nímio escalofrío recorrió su espalda cuando el frío roce metálico se efectuó contra su mejilla de mayor temperatura, siendo dicho contacto sustituído poco después por los labios ajenos y fue ese mismo gesto el detonante de la acción en la que la zurda de la mujer desenfundó su arma, posando el cañón sobre el cuello ajeno, apenas rozándolo por la posición pero, aún así, amenazante. Aquel rápido mover fue hecho al tiempo que la retirada de su dedo ya apenas sangrante y el clavar de sus orbes en los ajenos con cierta fuereza, msotrándose indiferente a las acciones de él aunque pudiera no ser del todo cierto.

- Te queda un milímetro para que apriete el gatillo -comentó en un sutil susurro de forma ruda y sin consideración alguna, tal y como era ella siempre además de ignorando la pregunta de este. Al parecer era la única mujer sobre la faz de la Tierra, o de Albion por lo menos que no se rendía a los "encantos" del seductor demonio.

Se quedó estático al sentir el contacto y sonido metálico de la pistola contra la gargantilla de metal que usaba, nada de protección, solo un adorno más que increíblemente, pese al brillo y el metal no opacaban al demonio. Tragó saliva y retrocedió apenas un centimetro de su piel para observarle sin cambiara quella seductora mirada - ¿Me dirás que no te gustaría? – murmuró dejando después de sus palabras escapar un suave aliento.

Aflojó un poco el agarre sobre su arma, separándola de la gargantilla del peliblanco, ampliando unos pocos centímetros más la distancia entre el cuello de este y la boca de la pistola. Sin embargo, ni siquiera en ese momento su dedo se despegó del gatillo ni su mirada se deshizo de su afilado observar de los carmesíes orbes ajenos.

- Precisamente. A estas alturas ya deberías saber que tus trucos no funcionan conmigo -le recordó sin entrecortarse incluso a pesar de que el cálido aliento ajeno acariciase su cuello y la zona posterior de su oreja, apenas cubierta por su cabello recogido en la baja coleta que cubría su nuca.

Parpadeó bajando su mirada a los labios ajenos bajando su sonrisa levemente - ¿Quién habló de trucos? - murmuró con aquella voz aterciopelada bajando su rostro para rozar el cañón del arma con su mejilla sin dejar de mirarla, mordiendo su labio inferior dejando ver uno de sus colmillos. Su mano se posó en el piso y en aquella pose el demonio parecía inclinarse ante ella.

- Te conozco demasiado bien Nameless. Podrías hasta ganarte dinero al póker haciendo uso de tus artimañas, pero eso no siemrpe funciona -explicó sabiendo bien que aquella pregunta había sido un tanto burlona.

Unas míseras milésimas de segundo fue todo el tiempo que sus orbes descendieron a los labios ajenos, siendo testigos de la aparición de aquel colmillo obviamente no humano y en cuanto eél empezó a acercarse tan solo volteó parte de su torso para apuntarle con mayor facilidad, mirándole directamente a los ojos, amenazante no solo con la pistola, casi puesta sobre los labios ajenos.

Se acercó aún más rozando su mejilla a lo largo del arma empujándola levemente con su rostro para que apuntase a otro lado y llegó a su mano donde besó la piel de la pistolera cerrando sus ojos para volverlos a abrir dejando ver dos medialunas rojas atravesadas por su delgada pupila - Tu me conoces… deberías saber que no hay trucos aquí – murmuró rozando sus labios contra su piel al hablar. Como siempre el demonio sonaba vehemente y sincero, más al mirarle con aquellos ojos que pese a ser de una criatura demoníaca parecían completamente trasparentes y parecían ocultar absolutamente nada.

La habilidad actoral del demonio era nata y refinada día a día por varios años al punto que posiblemente ni el mismo supiese si estaba actuando o realmente sentía lo que decía. De igual manera como en el cuento de Pedro y el Lobo tanto actuó frente a su dueña que era normal que no le creyese.

Su ceño se frunció al ver y notar como su arma er aladeada, dejando así de apuntar al rostro ajeno y haciendo que su mano herida se acercase a la empuñadura de la otra pistola como precaución. Aún así, y pese habérselo esperado no pudo evitar que el agarre de su mano zurda sobre la ladeada arma de fuego se tensase y posteriormente se debilitase por el contacto entre los labios de Nameless y su mano.

- Precisamente porque te conozco sé que hay trucos de por medio -respondió aunque sin poder evitar cierto temblor en su mano ante las sutiles caricias de los labios ajenos sobre esta cuando él habló.

No podía saber cuando él era sincero y cuando no, pero le importaba poco. Desde el mismo momento en que él apareció frente a sí ella fue la excepción a toda norma que rodease al aclamado actor. Y no quería que aquello se rompiese ese día por lo que se mantenía firme, o todo lo firme que podía ante los intentos ajenos por seducirla.

Adelantó su mano tomando la mano herida de ella antes que pudiese tomar su pistola y la llevó al pecho del demonio preionando la mano de ella, su palma, contra la piel desnuda del platinado, su atuendo dejaba un escote en V desde su cuello hasta la mitad de su torso. Entre su mano y la piel del demonio solo una fina cadena se interponía, parte de su atuendo. Su piel era levemente cálida, agradable, tersa como la más fina seda y carente de cualquier señal de imperfección como bellos, arrugas o incluso suciedad.

Siguió mirándole con aquellos ojos más gatunos que demoníacos - Me lastima aquí – dijo presionando su mano contra el pecho del demonio dejando que sintiera el latir de su corazón - Tanto tiempo juntos y… ¿no sabes que no hay trucos esta vez? – cerró sus ojos y volvió a besar su mano siguiendo por su muñeca.

Hizo un vano intento de soltar su mano dañada cuando esta fue cogida por una de las ajenas antes de ser suavemente posada en el pecho ajeno, haciendo que la plateada mirada de la mujer se psoara sobre la roja del demonio. Era más que notable la diferencia entre ambas pieles: Mientras que la de ella era áspera y maltratada por los años de trabajo con máquinas, armas y demás la de Nameless era totalmente opuesta, suave y deliciosa de palpar. Dichas sensaciones sacaron un imperceptible tono rosado de los pómulos de la fémina, acentuado por el sentir del palpitar del corazón ajeno.

Sin embargo los nuevos besos la sacaron de la sutil ensoñación en la que había sido introducida y alejó su mano del pecho contrario. Aquel brusco y mal calculado movimiento le hizo resbalar, terminando por golpearse la espalda y cabeza contra el suelo y soltar el arma, sobándose la parte trasera y golpeada de la cabeza mientras su mano herida se posaba en el suelo entre varias de las múltiples piezas que allí había tendidas. Y, como era de esperar, su palabra favorita escapó de nuevo de sus labios, reprochándose a sí misma su descuido, que podía costarle mucho más caro que un simple golpe en su cabeza y espalda pues habia quedado, incosncientemente, casi tumbada bajo él de no ser porque su brazo derecho hacía una leve presión contra el suelo, levantando un poco su torso al tener apoyado todo el antebrazo en el frío piso de madera.

Al ver que la castaña caía él tomó ventaja de tal movimiento acechándole y moviéndose hacia delante solo soltando su mano para apoyar la misma en el piso y poder así quedar sobre ella acorralándola contra este. Pese a la mano sobre su pecho él platinado dejó caer parte de su peso sobre la misma para evitar que lo apartara, sonreía muy sutilmente mirándole con ojos que no se sabría decir si eran de enamorado o de apasionado.

Sus labios se entreabrieron dejando ver entre la oscuridad de su boca, las apenas perceptibles, puntas de sus colmillos - Sé que solo te he dado palabras duras o de desinterés. Pero quiero que sepas que pienso que eres una mujer maravillosa… - murmuró con aquella voz de terciopelo apenas moviendo sus delicados labios. La miraba con detenimiento y su sonrisa se amplió dejando ver un aspecto de ternura, comprensión y enamoramiento en las facciones del demonio. Este parecía hablarle con sus gestos de forma tan clara como lo hacía con sus labios. Llevando una de sus manos rozó la mejilla de ella con el reverso de esta. - Nunca había notado lo hermosa que te ves cuando el rubor cubre tus mejillas… -

Se vió obligada a tumbarse completamente en el suelo, girando su rostro hacia este como cercionándose de la trampa en la que se había metido, teniendo una sensación similar a cuando se acorrala a alguien contra la pared. Sin embargo estando tumbada apenas podía moverse como quería, menos con él encima por poco que pudiera llegar a pesar. No quiso apartar la vista de sus orbes rojos, eso solo demostraría cierta debilidad y no pensaba darle ese gusto si es lo que buscaba.

Escuchó sus palabras, mas no las creyó por mucha ternura que pudiera irradiar su rostro y por la posible dulzura que se dejase mostrar en su voz. No queria creerle, pues dudaba que su autocontrol siguiera en pie si lo hacía. Algún que otro debate en la mente de la ojigris se vió interrumpido por la caricia en su rostro, la cual vino acompañada del relajar de las faccioens de este, haciendo desaparecer el ceño fruncido, pero no por mucho.

- Basta de juegos -exclamó casi golpeando la mano ajena con la propia, buscando alejarla de su enrojecida mejilla, herida con anterioridad por una de las cuerdas rotas de su guitarra. Se había vuelto a enseriar, quizá hasta mostrando una expresión furiosa que contrastaba con el tono rojizo de sus pómulos.

El golpe en su mano le hizo apartar la misma pero su rostro no se modificó - Te muestras como un tigre embravecido pero yo sé que eres una tierna gatita, no tienes por que fingir conmigo – murmuró con la misma dulzura. Su mano golpeada subió un poco acariciando sus hebras color ébano hartándolas de la frente de la fémina bajo él, sonreía con ternura.

- Si tan solo te dejases llevar un poco podrías ver que… - el sonido del celular, un sonido predeterminado, un molesto “Bipipipipi Bipipipipi” interrumpió las palabras del demonio que como salido de un trance apartó su mano de los cabellos de ella tomó el celular de su bolsillo y miró la pantalla, volvió su mirada a la pelinegra - Discúlpame un segundo – su voz ya no sonaba suave y dulce si no que volvió a ser la misma caprichosa de siempre. Se apartó de ella sacudiéndose la ropa mientras se levantaba atendiendo el teléfono y alejándose de ella - ¿Hola? …. Ah! Hola linda, tanto tiempo. … Si, también te extrañé… - el sonido de su voz era secundado por el constante tintinear de sus adornos mientras tomaba con su mano libre la caja de bento y se encaminaba a su habitación.

Nuevamente, esa extraña expresión de sospresa acompañada de un leve rubor apareció en su rostro al oír la comparación del demonio. ¿Qué tierna gatita ni qué ocho cuartos? ¿Y por qué narices le estaba acariciando el pelo con la mima dulzura con la que hablaba? Su atención se desvió por completo al móvil que sonaba y casi no pudo dar crédito a lo que recibían sus sentidos. Nameless pasaba de ella totalmente hablándole a una de las muchas mujeres que tenía en aquella estúpida agenda.

Se levantó en cuanto él empezó a caminar a su habitación y le siguió, cogiéndole el bento de un rápido movimiento y empujándole dentro de su cuarto, lanzándole luego la comida por encima a sabiendas de lo que eso provocaría en el narcisista peliblanco. Pero todas sus acciones fueron instintivas hasta la más ínfima palabra o gesto.

- ¡Eres un maldito engreído, desagradecido y...! -le gritó mostrándose rabiosa y muy, muy furiosa con él sin saber muy bien el origen de aquellos sentimientos. Además tampoco pudo acabar sus críticas y cerró de golpe aquella puerta, dirigiéndose directa a su habitación y cerrando con llave tras entrar en esta, apoyándose en el marco de la puerta y resbalándose por este hasta sentarse en el suelo, dejando sus piernas flexionadas casi pegando sus muslos a su pecho y teniendo sus brazos sobre sus rodillas, uno de ellos estirado y el otro aferrando el codo de este primero, teniendo también su rostro oculto, dejando ver solo su cabello. Como si de una mujer deprimida se tratase, una aureola negra y azulada pareció cernirse sobre ella, haciendo el ambiente más pesado y tenso si cabía.

Ya lo sabía, solo jugaba con ella porque era la única que no se rendía a sus pies. Sin embargo... Empezaba a dudar que pudiera mantenerse fría ante él como siempre había hecho. Nunca había querido sentir nada de parte de nadie, ni admiración, ni esperanzas... Ni siquiera cariño o afecto y aún así... Aunque hubiera sido todo mero teatro, casi había podido sentir su corazón tambaleándose, no solo cuando su propia mano notó los latidos ajenos. Solo podía sentirse furiosa, enfadada y... Decepcionada. Quizá por unos breves segundos pensó que el demonio no era como ella creía, que había cambiado en todos esos años. Pero no fue así.

- "Me volveré loca..." -pensó para sus adentros, recordando también cómo había sido posible que aún conservara la cordura que podría perder de un momento a otro. Nunca se había dejado llevar por una "simple" rabieta, y mucho menos había desperdiciado comida solo por estar cabreada y para evitar que él la tomara, aunque sin pensarlo su cerveza y bento estaban sin acabar junto a las piezas desordenadas y los muebles rotos. Bah, eso ya le daba igual. Se aseguraría de que su puerta estaba cerrada, bajaría las persianas, cerraría también las ventanas y dormiría hasta el día siguiente o hasta que el celular guardado en su pantalón sonase. Eso, después de levantarse de allí, si es qeu se levantaba.



[Creo que quedó claro que me gusta el melodrama y me paso un poco con este ._.U]

Perdió el equilibrio cuando fue empujado dentro de su habitación, el celular cayó contra el piso rebotando y derrapando hacia los pies de la cama de dos plazas destendida y el demonio cayó sobre sus rodillas y palmas solo para girarse sentándose en el piso dispuesto a alzar su voz en tono de queja por tal indigno trato. Pero no pudo ser pues al abrir su boca la caja de bento dio directo en su pecho embarrándole la comida por todo su pecho, vientre y falda a parte de derramar en el piso. Su rostro se figuró una expresión de terror palideciendo considerablemente mientras arrastrando sus pies y sus manos, retrocedía horrorizado mirándose completamente sucio.

Sus finas y extravagantes ropas de cueros negros y terciopelos violetas y azules estaban manchadas con las salsas y como si fuese confeti el arroz estaba pegado por todo su traje confundiéndose con las cadenas y pendientes por toda su ropa, las verduras resbalaron cayendo junto con la caja donde momentos antes estaba contenido dicho alimento. No le importó que ella se alejara, tampoco le importó el celular que a un metro del en una voz baja y chillona gritaba “¿Hola? ¿Kenshi, estás ahí?”, todo lo que le importaba en ese momento era su cuerpo, su ropa, su pulcra y perfecta imagen arruinada por la comida.

Tardó varios segundos en reaccionar hasta que su espalda tocó la pared, como si se encontrase sin escapatoria su inestable respiración dio una violenta inhalación y soltó un grito desgarrador de terror puro digno de la mejor película de terror de los últimos 20 años. Sus manos apretadas contra el piso con sus dedos estirados arañaban el mismo con sus largas uñas negras dejando marcado el mismo por finos caminos. Un segundo grito rompió cualquier tranquilidad que allí quedaba, este segundo un poco menos dramático finalizó en su voz temblando interrumpida por otra violenta inhalación - ¡¡¿QUE HAZ HECHO?!! ¡¡INCONCIENTE!! ¡¡PERRA CULIA!! – gritaba con su voz tembando en un semi llanto, increiblemente, no fingido, sin ser capaz de limpiarse o si quiera levantarse. Su narcisismo era tal que el verse así le hacía temblar el pulso y dejarle al borde de las lagrimas.

No sabía ni porqué se extrañaba. A Nameless solo le importaba él mismo, él y su carrera. Ella era la que estaba más cerca del demonio y, por tanto, su mayor aliada, pero también su peor enemiga si se lo proponía. Lo conocía todo de la vida terrenal del peliblanco, desde sus citas hasta sus "horarios"... Todo. Información valiosa para las cámaras y canales de prensa rosa y demás cotilleos. Solo era sincero consigo mismo, cuando algo le relacionaba directamente. Ni más ni menos.

Por desgracia, ella no era vengativa aunque no lo pareciese y, aunque recibiera ofertas para otros trabajos ciomo mánager o asistente de otros actores, cantantes etc... Dudaba ser capaz de hechar por la borda el sueldo de su desesperante e idiota compañero.

Suspiró una vez más decidiendo dejar de pensar en ello y tumbarse en la cama, dejando la llave de su cuarto puesta e ignorando al ojirrojo. Si seguía chillando o se ponía a llorar como una niña, tenía los tapones a mano derecha al tumbarse boca abajo en la cama, no sin antes hacer lo que había planeado: bajar las persinanas y cerrar las ventanas.

Con sus manos temblando con el mayor asco del mundo apenas empujó con la punta de sus uñas la caja que contenía el bento y algunos trozos de verdura de su ropa y pecho cerrando sus ojos y apartando su rostro como si realmente le doliese aquellas acciones, y no es que no lo hicieran, era doloroso en su narcisismo estar cubierto de aquello. Había negado entrar en papeles por que el guión involucraban peleas de comida o alguna escena donde debiera ensuciarse. Casi arrastrándose gateó hacia la puerta opuesta a la de su habitación empujándola con su mano revelando el baño suite de esta.

Respiraba agitado y de pronto el mismo olor de la comida comenzaba a hacerle sentir mal, gateó al centro del baño donde torpemente, con sus temblorosas manos se despojó de su ropa quedando completamente desnudo a no ser por algunas pulseras, collares, pendientes y las extrañas joyas de sus manos mezcla de anillos y pulseras. Abriendo al ducha se metió casi de cabeza a la tina dejando que el agua despegaran los granos de arroz de su cuerpo y los restos de comida tranquilizándose poco a poco.

Recobrando un poco de si se terminó de bañar limpiando meticulosamente cada parte de su cuerpo, casi de manera enfermiza. Al acabar salió cuidando de no pisar ni el mas mínimo grano de azor o mancha en el piso y se metió en su closet saliendo nuevamente vestido en unos pantalones rojos y su torso al descubierto, solo adornado por adornos metálicos y cadenas, como siempre, extravagantes de oro, oro blanco, rubíes y topacios que hacían juego con el pantalón. Al salir de su habitación llamó al servicio de limpieza diciendo que mandaran de manera urgente a alguien al departamento, dejó entornada la puerta para el servicio y sin más se recostó en el sofá cruzando sus piernas y cerrando sus ojos, como si nada hubiese pasado.

Lo único que pudo oír de los gestos ajenos fue el sonido de le ducha, lo cual no le pareció extraño, tampoco demasiado preocupante. Después de todo, había dejado al demonio manchado con la comida por lo que era normal que se fuese a bañar, más aún siendo un narcisista total.

Volvió a cerrar los ojos, acomodándose de costado en la cama sin tener la menor idea de que el insensato peliblanco había dejado la puerta abierta de modo que pudiera entrar cualquiera, no solo la mujer del servicio a quien había llamado. Aún así, el estado en que se encontraban los muebles del salón aún le rondaba por la cabeza, y eso le impedía descansar o siquiera pensar en dormir hasta la madrugada, la noche como mínimo pues, para mal, a la mañana siguiente volvería a tener montañas de papeleo sobre su mesa.

Al poco tiempo el demonio cayó dormido en un inocente sueño donde él era la estrella, como en todos sus sueños. Sus parpados cerrados cubrían los orbes carmesí del varón y su cabello suelto caía por el costado del sillón rozando las puntas el piso, su torso desnudo, pálido y de aspecto suave al igual que su tacto eran el fondo perfecto a los adornos que resaltaban sobre su cuerpo. La gargantilla de oro blanco que cubría casi todo su cuello y parte de su clavícula brillaba y como si fuesen pequeños diamantes, las gotas de agua brillaban en las uniones y contra a piel del demonio, más por debajo en su pecho dos cadenas de oro finas, una más larga que la otra envolvían el cuello del demonio cayendo por su pecho teniendo todo a su largo pequeños colgantes intercalando rubíes y topacios, en su antebrazo le cubría una malla metálica entretejida con hebras de oro y plata uniendo el tejido con pequeñas gotas de rubíes, en la parte alta de su otro brazo un brazalete dorado envolvía la unión de sus bíceps con su hombro y en esa muñeca una gruesa cadena, también de oro, envolvía su muñeca. Entre tantos metales preciosos adornando su pálido cuerpo parecía un faraón egipcio el cual nunca se había dejado tocar por el sol.

La puerta se entreabrió y con una suave voz la mucama se anunció, al no recibir respuesta simplemente ingresó cerrando a su espalda y comenzó a limpiar observando curiosa a su alrededor hasta que vio al demonio dormido. Una pequeña exclamación brotó de su garganta, algo audible pero el demonio solo soltó un quejido y se giró en el sillón descansando ahora sobre su lado derecho. Cadenas, joyas y adornos tintinearon como cascabeles cuando este se movió. La mucama se acercó con sus manos cubriendo su boca mirando a la excéntrica criatura, su sorpresa era incierta, quizás por ver a esa criatura o quizás por que pese al cabello, orejas, joyas y demases reconoció al actor.

Un gruñido escapó de su garganta al escuchar golpes en la puerta y luego el rechinar de esta. Suponiendo que el plasta de su demonio ya se habría "recuperado" del shock que le habría podido producir al lanzarle la comida, creyó que este mismo había invitado a alguien, por la voz, una mujer y la primera sospechosa era la misma con quien este msimo hablaba anteriormente. Molesta por su equivocada conclusión no le quedó más remedio que levantarse, gruñendo de nuevo y acomodándose el cabello de nuevo en una coleta baja para salir de su cuarto y caminar hacia el salón.

- "Menudo idiota" -pensó viendo la escenita formada en el salón. Bien sabía él lo mucho que odiaba que alguien entrara en la casa, incluso aunque fuera alguien del servicio del propio apartamento. Era demasiado conocido y, aún así, se arriesgaba a que pudieran hacerle cualquier cosa al dejar la puerta abierta. La cual, de más está decir, cerró de inmediato antes de voltearse a la mucama.

- Disculpa, pero tu trabajo es limpiar, no quedarte embobada -recriminó ganándose, muy probablemente, una fea mirada de la muchacha y algún pensamiento o comentario del tipo "qué borde" o cosas por el estilo. Pero poco le importaba lo que pensasen de ella, menos una chica a la que no conocía y a la que despacharía en cuanto terminase y, tras ello, le hecharía una buena bronca al inconsciente del peliblanco que dormía con escasa ropa, siendo un blanco muy apetitoso para miradas y paparazzis indiscretos.

El demonio, sin darse por enterado siguió durmiendo placidamente.

La mucama al escuchar la voz de la pelinegra se voltea aún con las manos en la boca ahogando una segunda exclamación. Al verla bajó las manos y se enderezó un tanto nerviosa al ser atrapada en aquella situación - Lo siento, señora... Es que no sabía si era una persona de verdad… excelente maquillaje, aunque no creo que sea bueno que se duerma con todo eso puesto.. – opinó la mucama pelirroja con notorios nervios.

Miró a la joven algo extrañada. No era como las otras que solía haber por el lugar, pues cualquiera de esas ya se habría lanzado hacia el renombrado y narcisista actor. Quizá se había pasado un poco con ella, no parecía mala chica al fin y al cabo, además se había disculpado.

- No te preocupes... Debería disculparme yo. Después de todo mirar no es crímen -dijo moviendo la mano a modo de gesto para restarle importancia al asunto. No podía hacer pagar a otras personas el cabreo que el demonio había creado.

- Créeme, si lograse convencerlo sería un milagro... -comentó simple como respuesta por las palabras de la nerviosa pelirroja. No era maquillaje, pero era mejor que lo tomasen como tal. Por suerte, en aquellos tiempos había de todo, desde pelucas hasta tintes, decolorantes, extensiones... Lo suficiente para disimular los rasgos demoníacos, incluso sus ojos podían pasar como lentillas. En cine se usaba mucho después de todo además de los típicos efectos especiales.

La mucama sonrió e hizo una leve reverencia a la pelinegra mientras comenzaba con su trabajo juntando las piezas de televisión y home cinema que había convenientemente puesto en montones embolsándolos en una gran bolsa negra plastica. Mientras trabajaba miró nuevamente al platinado y luego a la pelinegra. En voz baja, casi susurrando y en un tono cómplice preguntó dos simples cosas - ¿Es tu novio? ¿Trabaja en algún teatro o algo así? –

El demonio, aún dormido solo se movió llevando sus dedos a su rostro frotando uno de sus ojos y se volvió a girar dándole la espalda a ambas chicas volviendo a aquel ruidoso tintineo de sus cadenas y adornos. Entre sueños un leve gruñido antecedió unas arrastradas palabras - mm… soy demasiado hermoso como para salir contigo… -

Su mirada se dirigió directamente a cada aparato y trozo de este que antes había ordenado, entrecerrando sus orbes antes de suspirar y encogerse de hombros mientras iba a la cocina a coger otra cerveza, la tercera ya en lo que llevaba de día. Ya no tenía ganas de trabajar para arreglar la televisión y el equipo de sonido, así que compraría otro. Total, dinero les sobraba...

- Dios me libre de ser la novia de este imbécil y sí, es actor -comentó molesta respondiendo a las preguntas de la muchacha ignorando, o al menos intentando ignorar el comentario del demonio pues si le hacía caso Nameless terminaría con un agujero nuevo en cada oreja.

Cuando la pelinegra se retiró de la vista de la mucama esta dejó las cosas de inmediato y se acercó al peliplata sacando de su bolsillo un celular y apresurándose a tomarle algunas fotografías. El demonio se giró y entreabrió sus ojos quedando mirando distraído el celular que tenía a unos escasos 20 centímetros del rostro. Bostezó sin reparo dándole un primer plano a la pelirroja de sus colmillos y el click de la cámara volvió a sonar. Como si ese sonido despertara por completo al demonio este miró a la pelirroja y el terror se apoderó de su rostro - ¡¡AH!! ¡KIRIA! ¡¡ME ATACAN PAPARAZZI!! ¡¡KIRIA!! ¡SOCORRO! – con sus gritos comenzó a retroceder con pánico cayendo del sillón en un escandalo de gritos, tintineos de cadenas y adornos y del repentino grito de la mucama asustada por la reacción del demonio así como por su mirada felina y sus dientes puesto que es menos probable que se duerma alguien con prótesis y con lentes de contacto, más que estos últimos se mueven al estar el ojo cerrado.

Apenas salió de la cocina, cerveza en mano, el grito del peliblanco le retumbó en la cabeza como si esta fuera la caja de un tambor, haciendo que la insistente queja ajena le taladrase los oídos. Tras suspirar tan solo se puso tras la joven, quitándole el móvil con su mano libre y borrando las fotos hechas del actor sin importarle mucho lo que la joven pudiera decirle mientras bebía.

- No pienses que esos dientes y ojos son suyos, el muy idiota se empeña en dormir así -explico falsamente sin descaro alguno a la joven. Tenía que ocultar la raza del actor y no había mejor excusa que el hecho de hacer que fuera un mero capricho el que Nameless durmiera tal y como, se supone, era uno de sus múltiples personajes interprestados.